A SOLAS EN EL PAÍS DE NUNCA JAMÁS


Cuando su risa murió,
el rio de la vida siguió flullendo;
su sol se fué ocultando,
y brilló al final contra un cielo pálido,
como una perla blanca;
lo siguió una noche gris
y huerfana de estrellas.
Después de tanto tiempo,
sigue siendo amargo recordar,
que el sol que alumbró mi vida,
fué sólo estrella fugaz;
que brilló un instante eterno,
y me dejó, como a Peter Pan,
volando triste y solitario,
en el país de nunca jamás.







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