Se acostó solo, como todas las noches, acompañado únicamente por un brillante corazón de papel que se erguía desafiante sobre la mesita de su habitación.
Cerró con fuerza los ojos esperando que el abrazo de la noche lo llevara lejos de allí, pero la Luna no vino en su auxilio. Se removió en la cama inquieto mientras su mente vagaba entre las imágenes de días más felices e inolvidables, cuando el simple hecho de estar juntos, aunque fuera haciendo el idiota, les parecía un sueño apasionante que sólo ellos podían entender.
Pero aquellos recuerdos le parecieron muy dolorosos aquella noche, al verse mezclados con el amargo sabor de la decepción.
Unos días antes había vuelto a sentir la misma emoción que lo llenaba todo en aquellos días, cuando volvió a descubrir la ilusión de hacer planes románticos, e imaginaba embelesado la expresión de sorpresa en su cara, la blancura hipnótica de su sonrisa y el brillo afilado de sus ojos que siempre había creído que expresaban el verdadero amor.
Todo le parecía demasiado poco y excesivamente convencional.Una cena a solas a la luz de las velas, un cine quizás, ó una sala de baile donde poder detener el tiempo otra vez abrazado a su cintura, y sentir el aroma delicado de su cuerpo mientras hacía el ridículo moviendo sin gracia sus pies al compás de una música dulzona.
Tal vez porque no se sentía muy seguro, decidió tantear el terreno antes de ir más allá, y sintió un escalofrío de dolor cuando ella le contestó con ese desdén, con esa indiferencia que lo hirió en lo más profundo de su alma.
Aún así la comprendió, ó creyó entenderla, y consiguió reprimir los reproches que asomaban ya a sus labios. Guardó silencio,pero la tristeza ya no lo abandonó.
Aquel primer día de San Valentín que pasarían juntos amaneció pálido y desagradable, las horas transcurrían más que lentas y desapacibles mortecinas, como si el mundo se hubiese convertido en un inmenso cementerio donde la alegría y la ilusión abandonaran para siempre a sus deudos para descansar definitivamente en paz.
Aunque ya no lo esperaba,unas pequeñas gotas de amor empaquetadas con esmero lo esperaban en la casa, no podían faltar en un día tan señalado como aquel. Se le alegró el corazón al advertir de nuevo su sonrisa y olvidó.
Pero llegó la noche otra vez, y mirando el corazón de papel que le quisieron regalar, no pudo evitar soñar con sus zapatos, desgastados de bailar. Con un beso y un te amo de sus labios, con estar otra vez solos y a solas nada más, con la única compañía de su cuerpo, y una botella muy fría de champán.
Cerró con fuerza los ojos esperando que el abrazo de la noche lo llevara lejos de allí, pero la Luna no vino en su auxilio. Se removió en la cama inquieto mientras su mente vagaba entre las imágenes de días más felices e inolvidables, cuando el simple hecho de estar juntos, aunque fuera haciendo el idiota, les parecía un sueño apasionante que sólo ellos podían entender.
Pero aquellos recuerdos le parecieron muy dolorosos aquella noche, al verse mezclados con el amargo sabor de la decepción.
Unos días antes había vuelto a sentir la misma emoción que lo llenaba todo en aquellos días, cuando volvió a descubrir la ilusión de hacer planes románticos, e imaginaba embelesado la expresión de sorpresa en su cara, la blancura hipnótica de su sonrisa y el brillo afilado de sus ojos que siempre había creído que expresaban el verdadero amor.
Todo le parecía demasiado poco y excesivamente convencional.Una cena a solas a la luz de las velas, un cine quizás, ó una sala de baile donde poder detener el tiempo otra vez abrazado a su cintura, y sentir el aroma delicado de su cuerpo mientras hacía el ridículo moviendo sin gracia sus pies al compás de una música dulzona.
Tal vez porque no se sentía muy seguro, decidió tantear el terreno antes de ir más allá, y sintió un escalofrío de dolor cuando ella le contestó con ese desdén, con esa indiferencia que lo hirió en lo más profundo de su alma.
Aún así la comprendió, ó creyó entenderla, y consiguió reprimir los reproches que asomaban ya a sus labios. Guardó silencio,pero la tristeza ya no lo abandonó.
Aquel primer día de San Valentín que pasarían juntos amaneció pálido y desagradable, las horas transcurrían más que lentas y desapacibles mortecinas, como si el mundo se hubiese convertido en un inmenso cementerio donde la alegría y la ilusión abandonaran para siempre a sus deudos para descansar definitivamente en paz.
Aunque ya no lo esperaba,unas pequeñas gotas de amor empaquetadas con esmero lo esperaban en la casa, no podían faltar en un día tan señalado como aquel. Se le alegró el corazón al advertir de nuevo su sonrisa y olvidó.
Pero llegó la noche otra vez, y mirando el corazón de papel que le quisieron regalar, no pudo evitar soñar con sus zapatos, desgastados de bailar. Con un beso y un te amo de sus labios, con estar otra vez solos y a solas nada más, con la única compañía de su cuerpo, y una botella muy fría de champán.
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RELATOS