Todos conocemos la historia inmortal de Mary Shelley, el mito del científico loco que creyéndose Dios, trata de crear el hombre perfecto de la nada, sólo valiéndose de restos de cadáveres. El resultado por supuesto, es un monstruo al que todos rechazan y persiguen, pero que tiene un corazón humano y tierno, que sólo puede entender la inocencia de una niña.
Pocos saben sin embargo, que el mito se basa en un personaje real, Johan Konrad Dippel, un científico alemán del siglo XVII. Nacido el 10 de Agosto de 1673, era hijo de un pastor luterano, estudió teología en Giessel, y público varios libros con el seudónimo de Cristian Democritus, en los que sostenía que la verdadera religión, no podía basarse en los dogmas, sino en el amor y la entrega al prójimo. Estas opiniones, le obligaron a abandonar su país, llegó a predicar en Estrasburgo, aunque su actividad en la ciudad fue sobre todo, la de aprender alquimia y quiromancia, sus experimentos con tintes, le llevaron a descubrir el color azul berlín, en 1711 se graduó como médico en Liedden.
Sus intentos de encarnar el sueño alquímico, descubriendo la piedra philosophal que trasmuta el plomo en oro, o el elixir vitae, le llevaron a firmar sus estudios, como Konrad Dippel Frankensteina, tras alojarse en el castillo de Frankenstein.
Pero lo que creó su leyenda negra fueron sus oscuros experimentos, machacaba huesos de cadáveres para filtrarlos y obtener así un aceite, que bautizó como aceite de Dippel, aseguraba que la ingesta de este preparado, prolongaba la vida más allá de los cien años, de los ingresos obtenidos con su venta obtenía financiación, para continuar con sus estudios.
Se dice, que durante la búsqueda de la piedra philosophal, aplicó electricidad a un preparado de minerales, y que sorprendido observó, como se desprendían de estos, unas excrecencias similares a arañas, que se comportaban como seres vivos, porque se movían, crecían y se comían unos a otros.
La necesidad de mejorar sus ingresos con el aceite de Dippel, lo condujo a buscar mejoras para la fórmula. Llegó a robar cadáveres, para destilar la esencia de la carne, como antes lo había hecho con los huesos, en una de esas pruebas se envenenó, y apareció tendido en su estudio muerto. Los lugareños, murmuraron entonces que había hecho un pacto con el diablo, y desde entonces no volvieron a acercarse al castillo, creando así su leyenda que con el tiempo conoció Mary Shelley, y que inmortalizó en su libro.
Pocos saben sin embargo, que el mito se basa en un personaje real, Johan Konrad Dippel, un científico alemán del siglo XVII. Nacido el 10 de Agosto de 1673, era hijo de un pastor luterano, estudió teología en Giessel, y público varios libros con el seudónimo de Cristian Democritus, en los que sostenía que la verdadera religión, no podía basarse en los dogmas, sino en el amor y la entrega al prójimo. Estas opiniones, le obligaron a abandonar su país, llegó a predicar en Estrasburgo, aunque su actividad en la ciudad fue sobre todo, la de aprender alquimia y quiromancia, sus experimentos con tintes, le llevaron a descubrir el color azul berlín, en 1711 se graduó como médico en Liedden.
Sus intentos de encarnar el sueño alquímico, descubriendo la piedra philosophal que trasmuta el plomo en oro, o el elixir vitae, le llevaron a firmar sus estudios, como Konrad Dippel Frankensteina, tras alojarse en el castillo de Frankenstein.
Pero lo que creó su leyenda negra fueron sus oscuros experimentos, machacaba huesos de cadáveres para filtrarlos y obtener así un aceite, que bautizó como aceite de Dippel, aseguraba que la ingesta de este preparado, prolongaba la vida más allá de los cien años, de los ingresos obtenidos con su venta obtenía financiación, para continuar con sus estudios.
Se dice, que durante la búsqueda de la piedra philosophal, aplicó electricidad a un preparado de minerales, y que sorprendido observó, como se desprendían de estos, unas excrecencias similares a arañas, que se comportaban como seres vivos, porque se movían, crecían y se comían unos a otros.
La necesidad de mejorar sus ingresos con el aceite de Dippel, lo condujo a buscar mejoras para la fórmula. Llegó a robar cadáveres, para destilar la esencia de la carne, como antes lo había hecho con los huesos, en una de esas pruebas se envenenó, y apareció tendido en su estudio muerto. Los lugareños, murmuraron entonces que había hecho un pacto con el diablo, y desde entonces no volvieron a acercarse al castillo, creando así su leyenda que con el tiempo conoció Mary Shelley, y que inmortalizó en su libro.
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