Cuando se examinan las profecías de tradiciones,
autores y épocas diversas referidas al siglo que
acabamos de comenzar, descubre con sorpresa que todas ellas tienen un denominador común.
La mayoría señala a este tiempo que estamos viviendo, como el momento en el cual tendrá lugar un drama histórico sin precedentes, el final de una era y el comienzo de otra radicalmente distinta, en una ruptura tan radical y profunda, que no tiene parangón en la historia humana.
Este rasgo no sería tan relevante, si se refiriera solamente a profecías y profetas de nuestra cultura occidental y cristiana, que podrían verse influidos por la llegada del tan temido segundo milenio, sino que se produce también en las predicciones de culturas alejadas temporal, espacial y culturalmente de nosotros; como las profecías astrológicas de los caldeos, ó el calendario de los mayas.
En unos casos lo que se anuncia, es el fin del mundo, al que seguirá un milenio regido por la
segunda venida de Cristo. En otros simplemente la caída de nuestra civilización y el despertar de una humanidad renovada.Pero casi todas coinciden, que previamente a esa edad dorada, en el tiempo que ahora mismo estamos viviendo, se abre una época de catástrofes naturales, guerras variadas y cada vez más destructivas, enfermedades devastadoras y desconocidas, conflictos generalizados, hambre y penosas carestías, movimientos masivos de poblaciones en mitad de profundas crisis económicas y de valores humanos.
Sin embargo también anuncian el final de esa tragedia, y el comienzo de un nuevo mundo solidario, en el que el ser humano descubrirá al fin sus capacidades paranormales, y construirá un orden social nuevo regido por valores espirituales y por la convivencia armónica con
la tierra y todas sus criaturas.
autores y épocas diversas referidas al siglo que
acabamos de comenzar, descubre con sorpresa que todas ellas tienen un denominador común.
La mayoría señala a este tiempo que estamos viviendo, como el momento en el cual tendrá lugar un drama histórico sin precedentes, el final de una era y el comienzo de otra radicalmente distinta, en una ruptura tan radical y profunda, que no tiene parangón en la historia humana.
Este rasgo no sería tan relevante, si se refiriera solamente a profecías y profetas de nuestra cultura occidental y cristiana, que podrían verse influidos por la llegada del tan temido segundo milenio, sino que se produce también en las predicciones de culturas alejadas temporal, espacial y culturalmente de nosotros; como las profecías astrológicas de los caldeos, ó el calendario de los mayas.
En unos casos lo que se anuncia, es el fin del mundo, al que seguirá un milenio regido por la
segunda venida de Cristo. En otros simplemente la caída de nuestra civilización y el despertar de una humanidad renovada.Pero casi todas coinciden, que previamente a esa edad dorada, en el tiempo que ahora mismo estamos viviendo, se abre una época de catástrofes naturales, guerras variadas y cada vez más destructivas, enfermedades devastadoras y desconocidas, conflictos generalizados, hambre y penosas carestías, movimientos masivos de poblaciones en mitad de profundas crisis económicas y de valores humanos.
Sin embargo también anuncian el final de esa tragedia, y el comienzo de un nuevo mundo solidario, en el que el ser humano descubrirá al fin sus capacidades paranormales, y construirá un orden social nuevo regido por valores espirituales y por la convivencia armónica con
la tierra y todas sus criaturas.
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OCULTISMO