Y nos afanamos en buscar el secreto que pueda conseguir ese sueño tan difícil y esquivo. De hecho, la duración de nuestra relación de pareja se pone incluso por encima del bienestar y la satisfacción que dicha relación pueda producirnos.
Y en los malos momentos, que inevitablemente se producen, buscamos hallar de nuevo esa ilusión que un día nos empujó a entregarnos en cuerpo y alma a nuestro compañero. Y nos horroriza pensar, sentir, que el ó ella pudieran llegar a abandonarnos.
Yo creo que para vivir completamente ese amor, verlo crecer y engrandecerse, deberíamos conocer el secreto del junco. Esa planta tan humilde y resistente que consigue aferrarse a la vida en medio de las corrientes caprichosas de un río impredecible, que constantemente amenazan con llevársela y arrancarla de la tierra.
Como el junco, lo principal es que las raíces de nuestra relación sean gruesas y profundas. Para ello se necesita tiempo. No es de sabios, cuando acabamos de afianzarnos, exponer nuestra relación a las mayores adversidades y pretender salir indemnes de ellas.
Debemos protegerla y darle tiempo a crecer, tener mucha paciencia y no desanimarnos ante las primeras divergencias y dificultades. No pedir demasiado al otro, tratando de comprender sus flaquezas y dudas.
Cuando nuestra base sea indestructible, como el más sólido castillo de la antigüedad, debemos de nuevo observar a nuestro maestro. Que es capaz de dejarse llevar por la corriente sin perder nunca su sitio.
Cualquier otra planta que no tuviese su flexibilidad moriría ante el primer embate. Sólo él sabe dejarse llevar sin que nada lo arrastre, doblándose todo lo que sea necesario, sin miedo a morir, ni a ser el mismo.
El dialogo es nuestra flexibilidad, el medio por el que somos capaces de conocer el sentido y la fuerza de la corriente que es la vida. Pero no basta tan solo con hablar, es además necesario llegar a entender nuestro papel, servirnos de nuestras virtudes y conocer y reparar nuestras flaquezas con valor e inteligencia, y actuar con nuestra pareja como si fuéramos un solo ser.
Ese es el secreto del junco, y esa es la única razón por la que nunca será vencido. Y es que aunque no lo parezca, aunque creamos que son los mas enconados adversarios, el río y él son en realidad una sola y la misma cosa.
Cualquier otra planta que no tuviese su flexibilidad moriría ante el primer embate. Sólo él sabe dejarse llevar sin que nada lo arrastre, doblándose todo lo que sea necesario, sin miedo a morir, ni a ser el mismo.
El dialogo es nuestra flexibilidad, el medio por el que somos capaces de conocer el sentido y la fuerza de la corriente que es la vida. Pero no basta tan solo con hablar, es además necesario llegar a entender nuestro papel, servirnos de nuestras virtudes y conocer y reparar nuestras flaquezas con valor e inteligencia, y actuar con nuestra pareja como si fuéramos un solo ser.
Ese es el secreto del junco, y esa es la única razón por la que nunca será vencido. Y es que aunque no lo parezca, aunque creamos que son los mas enconados adversarios, el río y él son en realidad una sola y la misma cosa.
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